viernes, 31 de octubre de 2025

Campanada

Don Aurelio Cuartero, con sus treinta y tantos a la espalda y sin vender ni una escoba, presume de no tener ni un pelo de tonto; Presumir sale gratis. Pero hay quien lo cataloga como un donnadie con tontez recubierta de imbecilidades. Convendría indagar qué apreciación es más certera. Trabaja de carretillero sólo dos días a la semana; el resto de tiempo lo emplea en fantasear, pues piensa dar la campanada. Don Aurelio es alto y flaco, pero con cintura ancha muy en desacuerdo con su delgadez; sin embargo pretende ser moderno, muy moderno. Para ese menester paga a una asesora para que le aconseje cómo vestir, cómo presentarse, cómo impactar y cómo triunfar. 

Con intención de dar esa campanada que dijimos, don Aurelio dispuso asaltar el cielo de la fama haciéndose influenciador en internet, profesión muy de moda ahora. Contrató una empresa audiovisual que lo sableó a modo. Grabaron un par de vídeos con calidad de primer orden, donde don Aurelio se presentó como entrenador personal, nutricionista, orientador en moda y coches. También se anunciaba como experto en mujeres, con un método de conquista infalible; según él, claro. En pantalla aparecía Cuartero –aconsejado por la asesora– mal peinado y teñido con reflejos verdes, camiseta estampada, vaqueros rotos y deportivos verde pistacho. Con esas trazas, está visto que lo de la campanada tendrá que esperar. En la red, sus vídeos apenas tuvieron visitas, pero soportó comentarios llenos de pitorreo. Dineros tirados; es que el personal no sabe valorar mis consejos. Cultura, es lo que necesita el país –se justificaba don Aurelio.

Desechado lo de las redes sociales, Cuartero logró reunir una pandilla de allegados –discípulos, decía él–, que se reunían dos horas a la semana en una tasca, y por el módico precio de unas raciones de papas, madejas y torreznos, todo regado de buen morapio les enseñaba el arte de conquistar féminas. 

Don Aurelio, como experto les vendió la moto a sus discípulos que toda enseñanza requiere su método, en el cortejo también. Por tanto, catalogamos a las hembras del uno al diez. Comenzamos con el 1, mujeres con pinta de trolls; 2, te da repugnancia el besarlas; 3 o 4, sólo si estás desesperado, pero son feas a carta cabal; 5, la cosa empieza a despuntar, pero sin aspavientos; 6 o 7, a partir de ahí una mujer ya merece la pena; 8 o 9, son tías super guapas que se tienen que sacudir a los moscones a manotazos, tienes que destacar mucho para que te hagan caso; 10, son como dioses caminando por la tierra: hay que sopesar si conviene gastar tiempo y dineros con ellas. Cuartero era hábil con las palabras y mucho más con las exageraciones, y los alumnos con las teorías del maestro quedaban embelesados. Pero, claro, al poner en práctica estas enseñanzas no se comían una rosca. Por eso, preguntaron al maestro una muestra de sus conquistas, para hacer ellos lo mismo, don Aurelio contestó que él estaba allí para enseñar, no para hablar de su vida privada. Notaron que las lecciones del maestro eran mucho ruido y pocas nueces. Al no sacar tajada se cansaron de hacer el primo y, poco a poco, se abrieron en retirada. Y don Aurelio, otra vez sin dar la campanada. Ya inventaré otra treta, ya. Tengo claro que daré la campanada y me forraré; Cuartero no se desanimaba así como así.

Don Aurelio Cuartero, sin afición al trabajo, era muy propenso a promocionarse en exceso y con mucho ruido. Pero es sabido que las latas vacías son las más ruidosas.



Vicente Galdeano Lobera

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