lunes, 30 de mayo de 2022

Guitarra

 

   Soy una guitarra; eléctrica, aclaro. Sirvo para que un buen intérprete me arranque sonidos bellísimos.

   A diferencia de mi hermana la guitarra clásica, puedo competir e incluso resaltar en volumen con cualquier instrumento, sea de viento o percusión. La forma la tengo casi igual que la clásica, pero con un corte o dos en el cuerpo donde se une al mástil. Es para acceder el guitarrista a las notas más altas del diapasón.

   Asimismo, me han dado forma de rectángulo, de flecha, de ancla… Pero esos diseños no han tenido éxito. La belleza la sigo manteniendo en las formas convencionales, con  variación de construcción de cuerpo macizo o hueco incrustando perforaciones en forma de efe para variar el sonido.

   Para elaborarme emplean madera de aliso, caoba, fresno o pino para el cuerpo; el mástil está hecho de una o varias piezas de madera, arce o caoba, a veces cubierto el diapasón de una capa de madera dura, palorrosa, ébano; y tiene también una barra de acero en su interior llamada alma, con el fin de resistir la tensión de las cuerdas y mantener la linealidad del mismo. Aparte de cuerpo y mástil ya nombrados, tengo más componentes: clavijero, ceja, trastes, diapasón, pastillas, controles de volumen y tono, selector, puente, golpeador, palanca vibrato, y distintos logotipos que me dan personalidad y me hacen codiciada.

   Suelo estar, aparte de tiendas de música, en casas de artistas y aficionados. Mi precio varía; para tocar en directo suelo estar en la gama de mil quinientos euros. A partir de ahí puedo subir hasta los quince mil y más. Por otra parte, desde cien euros también me construyen, pero mi sonido es muy pobre. Me usan en locales de ensayo con vistas al directo con el grupo. Compruebo que disfrutan y se emocionan tocándome en el escenario.

   Me manejan gente muy dispar; desde aficionados que me muestran exquisita reverencia, a intérpretes consolidados como Dylan que me dejó olvidada en un avión; no se lo perdonaré nunca. He visto a un señor que de joven no me tuvo, venir con sus  hijos a la tienda y comprar una Fender americana a cada uno; y gozar viéndoles tocar   en directo.

   Me inventaron a mediados del siglo XX. Quien me ideó fue un electricista, Leo Fender, constructor de radios con piezas de repuesto. Este hombre patentó las maravillosas Fender. Canciones como Apache, Jinetes en el cielo, El bueno, el feo y el malo no se conciben sin mi brillante y limpio sonido. Lo mismo que las canciones de los Beattles no serían lo mismo sin las guitarras Gretsch y las Rickenbacker. En general, toda música a partir de los años cincuenta a la actualidad me ha hecho perdurar con el mismo formato. Hay quien afirma que, excepto las mujeres, soy lo más bonito que existe. 

   Y no es vanidad.

 

 Vicente Galdeano Lobera.