jueves, 24 de agosto de 2017

Me vengo rápido

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   Paquitín Rosique, taxista, con sus ciento veinte kilo de peso, uno ochenta de alzada y cejijunto, parece un ogro, sólo con la mirada espanta. Da la impresión que si saca la mano a pasear conlleva visita obligada al hospital o al tanatorio.
   Hace unas noches se montaron en su taxi cuatro individuos con mala pinta; Paquitín estuvo a punto de bajarlos a tortas, pero “en fin, me arriesgaré”, pensó. Justo al dejarlos en un barrio de mala catadura, comenzó la danza:  
   —Que no te pagamos, oyes –dijo uno con chulería-, “semos mu pobrecicos” y tú eres rico, añadió.
   Paquitín previsor, llevaba siempre herramienta adecuada debajo del asiento para esta clase de emergencias. Anteriormente había sufrido trances parecidos.
   —Vale, vale –contestó-, ya que no pagáis, os aseguro que vais a cobrar.
   En un santiamén los repasó a patadas y fustazos a los cuatro; y los deleitó también con recias palabras. Al ruido de la escandalera, acudieron al lugar diez fulanos equipados con navaja; sin intención de acariciarle. Paquitín, ante el exceso de contrincantes, optó por escapar veloz con su coche; no sin antes espantarlos y hacerles probar el sabor de los zurriagazos a los más cercanos atacantes.
   Sorpresa se llevó el taxista al recibir citación del Juzgado pasado un tiempo. Los sujetos le habían denunciado por agresión.
   En la vista, a su señoría no le cuadraba del todo el número de agresores: uno contra catorce; preguntó a los denunciantes, si no se habrían equivocado al contar. Parece excesivo que uno zurre a tantos.
   El defensor de oficio de los maleantes en las alegaciones de sus defendidos espetó que el taxista juró vengarse. A lo que, en su turno, Paquitín manifestó: “Jope, señoría, es que el asunto prometía mal desenlace; si no me vengo rápido, me dan para el pelo”.
   El señor juez recetó cuatro meses de cárcel para cada uno de los denunciadores, dejando libre de cargos a Paquitín.

 Vicente Galdeano Lobera.

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