lunes, 14 de agosto de 2023

Tino para espantar


Estaban una veintena de comensales en el banquete de la primera comunión de Milagritos Sipán cuando se acercaron una panda de gorrones, digo... de tunos, para amenizar el ágape; apenas comenzaron a entonar el “Clavelitos”, se levantó como un rayo don Arístides, padre de la comulgante, y les dijo algo así como: silencio, señores, les voy a pagar para que se callen y vayan a dar la tabarra a otra parte –les largó un billete de veinte lereles–. Y con esto van que arden; les recomiendo que se larguen enseguida si no quieren cobrar de recio. Los gorrones, digo... los tunos, al ver con quién se jugaban los cuartos tomaron las de villadiego y no hubo más. La verdad es que don Arístides parecía un bárbaro; era colorado, robusto y muy corpulento. Y al ir bien trajeado imponía. Este buen señor demostró tino como espantador de moscones.

En otra circunstancia estábamos de tertulia en una terraza, y entre los asistentes había una pareja que se las daba de cosmopolita. En esta ocasión habían visitado una Expo y, si te dejabas –y sin dejarte también–, te explicaban todas maravillas que nos habíamos perdido; claro, es que nosotros somos muy viajados y estamos en vanguardia de acontecimientos importantes. Deberían ustedes viajar más; pero para eso, por supuesto que se necesita dinero. Era difícil el pararles, ellos a lo suyo, convertían en monotema sus viajes y, en este caso, la famosa Expo que ya la habían sacado a colación a menudo. Se hacían insufribles y muy pesados.

Menos mal que como contertulio estaba don Arístides Sipán, que, una vez más, nos sacó del atolladero:

Miren, señores… La próxima vez que me vengan con la monserga de la afamada Expo, les voy a cobrar. Al ser ustedes de posibles, por un módico precio podrán farolear y dejarnos boquiabiertos todo el rato ¡¿Qué les parece?!

No se sabe qué les pareció, no lo dijeron; lo cierto es que los cosmopolitas ahuecaron el ala. Eso sí, con evidentes signos de mosqueo.

Con estos “clásicos” no todos sabemos salir airosos y cortar sin herir; aunque alguien dijo que todos tenemos derecho a concluir una conversación insulsa o que no nos interesa. Pero cortar y hacer un feo a alguien sin parecer grosero no es nada sencillo. Y no siempre tenemos cerca a Arístides desfacedores de entuertos.

Los avances tecnológicos del ordenador, el internet y el móvil son grandes adelantos, sin duda; pero qué bien les han venido a los pelmazos cibernautas. Los mecanismos de defensa contra estos pelmas nuevos que te dan la lata en cualquier hora y lugar es otra historia; basta mirar el Facebook o WhatsApp y te enteras de lo que vale un peine. Te encuentras con mucha gente empeñada en contarnos sus famosos viajes por todo el mundo y parte del extranjero, las fiestas; también las comuniones, licenciaturas de su prole… todo ilustrado con abundantes fotos, y, menos mal que ahora ya no se lleva, que si no te encastetaban la puesta de largo de su distinguida y encantadora hija Merceditas.

Personalmente, me tocó sufrir a un conocido que con la red había descubierto el carajillo, y me daba la paliza a todas horas, mañana, tarde y noche; recopilaba frases y dibujos que pululan en internet y pretendía darse cierto aire de intelectual, de finolis, de erudito o todo a la vez –y no pasaba el pobre de ser un cansado intenso– y me inundaba con sus buenos días, buenas noches, felices sueños y tal.

A fuerza de no contestarle, este cansado –que tiene todo el derecho de ser internauta–, se debió cansar. La verdad es que la tecnología si no se usa bien causa estragos.


Vicente Galdeano Lobera