viernes, 8 de septiembre de 2017

Zapato a medida



    —No, señor, no. No le puedo rebajar el precio; está más que ajustado…
    Estaban dos hombres hablando en un  habitáculo acristalado ubicado en el patio de una comunidad de vecinos. Negociaban el alquiler de un aparcamiento. El que hablaba, cerró un cuaderno con apuntes relativos a la propiedad y se levantó arrastrando su asiento.
    —Bueno, pues facilíteme usted contacto con el dueño; seguro que con él, llegaré a un acuerdo.     
   .El interesado era el titular de un bar en los bajos del edificio.
    —Que le digo que no; para eso estoy yo. Usted me paga a mí y ya puede meter su
    coche; y no se preocupe de más. Yo le reintegraré el dinero al propietario.
    — ¿Sabe lo que le digo? Que buscaré otra plaza; el garaje es grande y hay muchas.
    —Si quiere aparcar en esta casa, las plazas las controlo yo. Puede hacer usted lo que
    guste.
    Don Rosendo, recordaba esa conversación de hacía casi dos años con el dueño del bar de copas demandante del aparcamiento. Le había alquilado, por fin, la plaza, pero luego no le pagaba. Se dio cuenta, tarde, de que había encontrado el zapato de su medida.
    Los primeros seis meses, el barman pagó con puntualidad, pero poco a poco comenzó a no pagarle dándole largas y buenas palabras. –No fastidies, que yo ya le aboné al dueño de mi bolsillo- Rosendo, había soltado la mosca para que el propietario no se enterara de sus manejos. El caso es que se había acumulado un monto de más de un año sin cobrar una perra.
    Don Rosendo se decidió; eran las dos de la madrugada, le tenían que pagar. Iba un poco beodo pero entró en el local lujosamente ambientado y muy acogedor. Ignorando a dos rozagantes camareras que se acercaban solícitas y sorteando mesas y clientes, fue directo al dueño que estaba junto a la caja registradora.
    —Vengo a cobrar, me debes más de un año de alquiler…
    El otro ni se inmutó. Lo había calado bien.
    —Bien ¿Has traído la factura confeccionada con el NIF, el IVA y demás?
    Preséntamela  y ahora mismo te la abono.
    —Yo no tengo nif ni naf; y en cuanto al "iba", vengo; me tienes que pagar o armo la marimorena…
    Don Rosendo iba alzando la voz para reafirmarse en su demanda.
    No pudo argumentar más.  Dos “gorilas”  lo sacaron a empujones del establecimiento, advirtiéndole que la próxima vez que incordiara, le darían de ostias.
     El conserje, no se conformaba con afanar material eléctrico y de limpieza de la comunidad para luego venderlo. Además estaba acostumbrado a embolsarse porcentajes abusivos en los alquileres y buenas propinas de los proveedores. Tropezó con hueso.
    Le costó asimilar que en la vida se tropieza, a veces, con dificultades.
    Menos mal que el del bar traspasó el negocio y se fue. Sin pagarle, claro.


 Vicente Galdeano Lobera