Descolgué el
teléfono; era María, al escuchar su voz noté cierta intranquilidad, angustia…
-Visto lo acontecido, no esperaba menos- Me comunicaba que en dos meses podía
regresar a casa con nosotros, sobre todo junto a Lucas, su hijo. Hacía ocho
años que no lo veía.
Traté de
tranquilizarla.
—Ya ha pasado
todo, María, no tienes nada que temer; pronto estarás con nosotros.
Te queremos.
—Gracias, papá,
pero aquí la justicia es muy distinta que en España, lo he
comprobado de
primera mano, me cayeron varios años de prisión. No se andan con
tonterías.
María se había
casado con un extranjero no muy convencida “total si luego no me va, me separo
y me paga”, pensó. Y se fue con su
marido a su país a vivir. A los tres años se divorció, como preveía. En ese
lapso nació Lucas. Ella decide regresar a España con su hijo, sin hacer caso a
su ex que le advirtió que no se llevara al hijo, que “es menor”.
La denunció por secuestro. María se le rió en su cara y
marchó con su hijo a España.
Regresó a EEUU ella
sola para tramitar la pensión que le había de conceder su exmarido, y las
autoridades le retiraron el pasaporte. A María le entró pánico y huyó; la
declararon en búsqueda y captura. Pudo comprobar que allí buscan y capturan. Y
sentencian. La condenaron a catorce años de cárcel. María pensaba, que en
cuestión de pareja, por ahí afuera era como en España, que en la boda todo es
arroz, y al separarse, todo “pa ella”.
Lo pagó caro. La acusaron de secuestro y desacato a la
autoridad. A la persona. No por ser mujer u hombre.
Le acortaron la
pena; aun así cumplió sus buenos ocho años de prisión. En ese lapso, tuvo
tiempo de recapacitar sobre el concepto de justicia tan distinto del español.
Piensa poner una
serie de recursos para que la eximan de todo cargo y le limpien el expediente, pero desde España. Por si
acaso.
Vicente Galdeano Lobera.