domingo, 30 de agosto de 2020

Olor a miel

 



Don Modesto es un viejo que hace honor a su nombre; a fuerza de modestia, se ganó a pulso el desprecio de las mujeres.

En su matrimonio no tuvo suerte; su esposa, guapísima, resultó ser una ordinaria semianalfabeta, pero con aires de marisabidilla que siempre lo trató mal, procurando hacerle de menos y dejarlo en evidencia continuamente. Se casó con ella por obligación. Sabiendo el error que cometía. Por no molestar, una vez más, cargó con su infelicidad. De por vida.

De pasada había conocido alguna mujer, pero ninguna con mención de apoyarse en su hombro; adivinaban su falta de carácter. Don Modesto, además de modesto, era sensible y tenía su corazoncito; echaba de menos un pecho donde posarse, un arrullo amoroso, besos a destiempo, un buenos días con sonrisa…


Gracia María es gentil como la flor del romero; Gracia María es joven como un trovador: Gracia María es esbelta como los álamos de la ribera; Gracia María es pura como el aire de las cumbres que guardan nieves eternas y linda como un bosque en otoño. Gracia María, al pasar, se lleva todas miradas y arrebata los sentidos de los que miran. Es que Gracia María tiene la belleza de las mujeres que son bellas de verdad.

Esta es Gracia María, la joven que conoció don Modesto hace un tiempo. Por afinidades literarias y amor a la naturaleza, se juntaban alguna vez; siempre con otras personas. Últimamente, ese círculo de afines, les habían dado de lado, y Gracia María y don Modesto se reunían más a menudo. Muy de acuerdo, hicieron alguna excursión, siempre con más amigos.

La situación desembocó planeando recorridos turísticos él y ella solos; primero irían a una ciudad cercana que, aparte de monumentos, tenía parajes, sotos y un río que inspiraron a escritores y poetas. Proyectaron más rutas comarcales; siempre los dos solos. Don Modesto, a pesar de su modestia, estaba eufórico; más contento que un estudiante con el curso aprobado; y disfrutando de la compañía y conversación de una mujer hermosa.

Un metomentodo le aconsejó:

—Don Modesto, vengo observándole y no me salen las cuentas ante el bocado tan exquisito que maneja; temo que se le indigeste…

—No hay cuentas que sacar, don Isaías; y no tema usted nada –replicó don Modesto con suma modestia-; es asunto platónico, sin derecho a roce. Pero teniéndolo cerca lo saboreo y me aprovecha su aroma; además gozo con la envidia que provoca. Y eso, don Isaías, no es pecado.


— Pero ¡Ay…! Gracia María que es bella entre las bellas, joven y gentil, esbelta y pura, sin venir muy a cuento, dijo que se suspendían las excursiones; por asuntos familiares (…) Viendo su gozo en un pozo, don Modesto, con modestia, puso cara de circunstancias.

La verdad es que, como diría Sabina, no le dejó un neceser con agravios, pero sí con la miel en los labios y complejo de lelo.




 Vicente Galdeano Lobera.


No hay comentarios:

Publicar un comentario