miércoles, 30 de septiembre de 2020

El columnista se rebota

 



El personaje en cuestión, Bernardo Gálvez, a fuerza de disciplina y bastante sumisión, estaba consolidado como columnista en un diario de notable tirada.

En esta ocasión, en conmemoración de uno de los múltiples eventos celebrados alrededor del gobernante de turno de un lejano país sudamericano, le mandaron escribir un panegírico dando excesivo jabón a dicho jefe, que de tener más luces –el jefe- seguro que le hubiera molestado.

Que todo tiene sus límites, la adulación también.

Comenzaba así: “Señor, esta nación, aunque viviera seis vidas, no tendría tiempo suficiente para agradecer sus desvelos y renuncias para con ella; me consta que su persona está siempre agarrando con fuerza el timón de esta nave para dirigir por los derroteros más favorables a sus ciudadanos. Todo sin escatimar sacrificios, sin pedir nada a cambio. Por todo eso y más, reciba, señor, el merecido homenaje de su pueblo que le da las gracias por tantísimo trabajo en pos de todos nosotros. Repito, gracias, señor.”

Bernardo Gálvez, echó la vista al escrito y se dijo en su interín que ya estaba bien. Que pegarse la vida padre viviendo en la Costa Azul y viajando a todo trapo a los lugares más maravillosos del mundo, que eso no era ningún sacrificio. Asímismo pensó que al gobernante, el bienestar de su pueblo, no le pasaba ni por la cabeza, que estaba acumulando y sacando del país divisas para vivir a cuerpo de rey él y su familia tres generaciones.

El personaje, Bernardo Gálvez, se reveló, y plasmó más o menos:

“Señor, conocida su afición a jugar a soldaditos, a disfrazarse de almirante, a presidir desfiles, también a pronunciar discursos sin entender casi lo que mal lee, y otras payasadas por el estilo, le conmino a que se incorpore en la tripulación del destructor “Marsopa II” en calidad de cabo furriel, que partirá en misión de maniobras tácticas, pero con posibilidad de entrar en combate al Océano Índico. Tengo la seguridad, señor, que se encontrará usted en su salsa, y podrá demostrar sus extensos conocimientos castrenses de los que tanto presume. Y, al mismo tiempo, podrá usted reconsiderar el retorno al país de los millones evadidos. Si no, no saldrá del barco.

Esta es una forma de borrar su merecida fama de pendón, de torpe y despilfarrador, que no desperdicia ocasión de hacer gala.

Espero que cumpla fielmente mis órdenes. En caso contrario será severamente castigado. ¡He dicho! Y; ahora me retiro.”

Al personaje, Bernardo Gálvez, no le publicaron el escrito; es más, lo cesaron del diario. ¿¡Y qué!? Ya escribiré en otro sitio.


Vicente Galdeano Lobera


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