Marchaba la
comitiva del emperador don Carlos I por tierras de Aragón con su inmenso
séquito. Se cuidarían muy mucho los salteadores que tanto abundaban de
acercarse en una legua a la redonda, so pena de recibir severo apaleamiento.
Recabaron el rey,
nuestro señor, y compaña en villa notable a quince leguas de Zaragoza. Al ser
agosto acondicionaron aposento adecuado para apaciguar las calores en palacio de
noble señor como requería tan regia persona.
Estando don Carlos
dispuesto a yantar en mesa ricamente preparada todo con el debido protocolo,
escuchó una observación por parte del noble anfitrión, natural de Calatayud:
—Cerrad la boca,
majestad, que las moscas de este reino son traviesas, y no entienden de
linajes; se os adentrarán en vuestro real gaznate…
Don Carlos quedó
quieto como estatua al escuchar semejante aviso, mirando al atrevido
interlocutor con destellos de ira y rencor. Milagrosamente, la cosa no pasó de
ese gesto.
—Habéis tenido
suerte, noble señor, díjole en un aparte el principal ayudante del rey, que el
emperador no haya entendido bien lo que vos habéis espetado. Por menos motivo,
han visto mis ojos recetar dos docenas de latigazos y una buena temporada en
fría mazmorra sujeto con grillos.
El tal noble aragonés,
no se percató del problema bucal que aquejaba al soberano: prognatismo, esto
es, mandíbulas salientes que impiden cerrar la boca. La verdad es que don
Carlos I, debido a esa afección, andaba con la boca abierta y babeando todo el
rato, causando lo impresión de que era tonto.
El monarca, pese a
los favorecedores retratos que le hicieron famosos artistas, no era ningún
adonis. “Era enclenque y abúlico. Tenía
dificultad par expresarse no consiguiendo hablar flamenco hasta los trece años.
El castellano no lo hablará bien nunca; la “Z” y la “C”, no las dirá bien
jamás. De haber sido sometido a una revisión psicométrica hubiera sido
desechado por inútil, por corto de entendederas, por inepto para los idiomas,
por negado para las matemáticas; Y además, por sus ataques epilépticos. Menos
mal que era de buena casa y encontrarán los suyos manera de disimularlo”. Esto
es dicho por el eminente médico Jerónimo de Moragas.
Siempre prefirió la
caza y el galanteo a los estudios; además, desde joven muy aficionado a la
buena mesa.
Los historiadores,
las más de las veces, tienden a presentar las cosas algo distintas a la
realidad. No se sabe con qué pretensión.
Vicente Galdeano.
caray que chulo lo que escribes primo
ResponderEliminarInteresante descubrir la relación del prognatismo con los Austrias. Deseando que escribas algo de los Borbón. ;) (Jaime)
ResponderEliminarGracias, Jaime. Todo se andará...
ResponderEliminarGracias, Jaime. Todo se andará...
ResponderEliminar