viernes, 25 de diciembre de 2015

Razonamiento de un hombre que no le gusta la música de la mar


     Navegábamos por el Mediterráneo de regreso de una misión comercial, cuando divisamos un galeón de cumplidas dimensiones que se arrimaba demasiado a nuestra nave.
    Eran piratas; de los muchos que infectaban aquella zona. Iban bien armados y nos abordaron sin dificultad. Después de saquearnos, a los que éramos fuertes, nos ataron a las filas de remos como galeotes; mientras decidirían dónde nos venderían como esclavos.
    Comencé a odiar la música del mar. El concierto que allí se escuchaba, era el ritmo que marcaba el cómitre para acompasar a los remeros. Las florituras que se oían eran el restallar del látigo manejado con destreza por un mastodonte para animarnos a remar deprisa. El fragor de las tormentas y las fuertes mareas, si se puede llamar música, tampoco me gustaba.
    No sé cómo ocurrió. El del látigo se acercó demasiado a los remeros. Lo agarraron; y en un momento pasó por encima de la fila de babor, después por estribor. Cada galeote le iba dando lo suyo; cuando lo rescataron, por los grandes alaridos que daba, ya tenía el espinazo partido. Esos compases, me gustaban un poco más.
    La tripulación bajó la guardia a causa del altercado.
    Lamentable. No se percataron de la presencia de dos navíos del rey, nuestro señor.
    Yo, acurrucado y atado a mi remo, la música que escuché, fue un zafarrancho de patadas, fustazos, puñetazos, recios insultos… poco antes de que nuestros soldados redujeran a los piratas.
    A los que quedaron vivos los amarraron a los remos, liberándonos a nosotros.
    Alegremente pusimos rumbo a España.
    Pude escuchar el concierto desde otra prespectiva. Pero, no. Debí quedar traumatizado. A pesar de las loas y composiciones que hacen los poetas referentes a la mar, no; no me gusta la música del mar.

  
Vicente Galdeano Lobera.




4 comentarios:

  1. Me ha gustado muchísimo, se lee buena música en estos renglones.

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  2. La importancia del punto de vista..
    O el color del cristal con que se mira.

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    1. En este caso, el protagonista sale escaldado, y ya le puedes poner cristales de colorines que seguirá odiando esta sintonía.

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