martes, 23 de junio de 2020

Conversación entre damas






Una bofetada de bienestar me invadió al entrar. El bar tenía grandes cristaleras y se veía bien la calle; mesas y sillas estilo retro y algún mueble antiguo con asientos a juego que junto a bonitas plantas de interior y una limpieza extrema, reconfortaba.
Hacía fresco y apetecía resguardarse; tenía yo una cita cerca de allí, pero faltaba una hora aún; me distraería leyendo.
Había pocos clientes, un hombre junto al mostrador, “¡a ver esos huevos con jamón, que ya está bien! ¿Vienen de la granja o qué…?” Disculpe, señor; es que estoy sola, enseguida van, -contestaron desde dentro. En una mesa estaban dos mujeres en animada charla.
—Marisa… ahora que no están las demás, ¿con quien estuviste liada que no acudías al baile? ¿Era guapo? –Quien preguntaba era una cincuentona de ojos saltones y poco agraciada. Sin darse cuenta, o dándosela, hablaba en voz alta-. Me tenías preocupada, añadió.
— ¿Preocupada tú? Dirás que sentías envidia, Paqui… -Contestó la otra.
— ¿Envidia? ¿De qué? De que despachaste a dos maridos; el último, tres años te duró…
Marisa, acercando su cara a Paqui con viveza, le soltó:
— Sacas a relucir cosas inciertas y que no vienen a cuento; pero hasta en eso me envidias. Por lo menos se fueron ahítos de placer; no como el tuyo, murió de aburrimiento.
— ¡Ayy! Que no quiero pendencia, Marisa; sólo te preguntaba si tenías algún novio.-Paqui, plegaba velas.
—Mira, Paqui; no tengo que dar cuentas a nadie, y menos a ti. No, no he tenido novio, ¡no me apetecía salir!
Marisa, algo mayor que su amiga, era guapa de verdad y, a pesar de estar sentada, se adivinaba mujer con bonita figura. Noté que perdía la paciencia.
— ¡Ah! Como siempre que vienes te veo rodeada de hombres… -Dijo Paqui con gesto que quería mostrar indiferencia, pero que delataba rabia.
—Pues sí, qué fastidio, los tengo que espantar a manotazos.
—Por eso me extrañó que, pudiendo elegir, bailaras con aquel negro retinto; si lo encuentras en la oscuridad y no abre los ojos y sonríe, no lo ves…
— ¡Jope…! No pierdes detalle, Paqui. Pues era simpatiquísimo, dijo que quería conocerme y ser mi amigo.
— ¡Uy! Pues ten cuidado; es Mamadú, un senegalés de los que les dieron papeles y subsidio hace unos años y, con eso de que los negros están bien dotados, se dedica a seducir y sablear mujeres maduras para ejercer su oficio de gorrón.
—Pues a mi me dijo que tenía empleo con buen sueldo… -comentó Marisa inquieta.
—Sí, sí, todo lo que quieras; eso dice a todas, es famoso en el baile, pero él va a lo que va.
—Haré lo que me plazca; además a mi nadie me sacará una perra. Y seguro que ese no pega gatillazo; estoy escarmentada de galanes elegantes.
Continuaron hablando buen rato; desde mi mesa yo oía y observaba todo. Después pasaron a despellejar a las ausentes, mostrando al detalle todos trapos sucios haciendo chanza. Confieso que se me pasó el rato volando.
Marché a mis asuntos, con la firme decisión de acudir a menudo al bar; no estoy dispuesto a renunciar a la instrucción y placer que ofrecen unas pláticas tan ricas en chismes, murmuraciones y expresiones teatrales. No solo de pan vive el hombre.

 Vicente Galdeano Lobera.





















3 comentarios:

  1. Aquí, el escribidor intenta plasmar el eterno tema de pique entre mujeres. Se da con más frecuencia de lo que parece.

    ResponderEliminar
  2. En otra ocasión haremos uno sobre los hombres. Gracias por leerme, Manuel.

    ResponderEliminar