jueves, 22 de febrero de 2018

Indicación acertada




   A veces en el pasar de la vida, surgen situaciones que no nos dejan indiferentes. Pueden ser comprometidas, bochornosas, amables… Como espectador, en gran parte de ellas, resulta difícil el no reírse, sobre todo si alguien te recuerda lo sucedido. Cuando le toca a uno, la cosa cambia; te das cuenta que metiste la pata y piensas: ¡Tierra, trágame!
   Eso debió pensar cierto individuo con pinta de intelectual, que tenía la pretensión de encandilar a una dama, bellísima, que ejercía de presidenta en un asunto literario.
 Esta chica, además  de simpática, guapa, esbelta y muy bien proporcionada, era muy natural en el trato, estaba dotada de una sonrisa y risa que le iluminaba la cara; gustaba a todos, y la amistad y el amor se le rendían. Acudía siempre bien compuesta y acicalada con sencilla elegancia; el gusto de arreglarse bien era otro de sus dones.
   Sobra decir que por dicha reunión literaria pasaron jóvenes de distinto pelaje, pero con la misma idea: enamorar a Ada, así era su nombre. Pero Ada, debía disponer de un buen almacén, porque muy cortés y educada y muy sonriente, les repartía a todos enormes calabazas.
   A partir de ese momento, a estos sujetos, las aficiones literarias les desaparecían a una velocidad asombrosa. Y ya no se les volvía a ver el pelo.
   Una de estas situaciones, la protagonizó el dicho sujeto con apariencia de intelectual.
Se desarrolló más o menos así, ese día, catorce de febrero, tocaba leer algún retazo sobre el amor, cómo no, a poder ser breve. Él, con cierto nerviosismo –eso dijo-  se atrevió a presentar una obra inédita de su cosecha, no sé si en verso o prosa, con pretendido arte mayor; alejandrinos, los nombraba él. En su estreno literario lo que consiguió fue aburrir a la concurrencia, pero de manera atroz… No contento con eso, se atrevió también a explicar vivencias intimas que para nada venían a cuento, y menos aún metiendo en danza a terceras personas. Todo con intención de hacerse el interesante y de impresionar a Ada.
   Logró el efecto contrario, claro. Todavía tenía intención de seguir el fulano con su aburrido tema, cuando un oyente, después de tentarse la ropa, pidió la palabra.
   —Joven, la sección de pegotes está saliendo al pasillo, en la segunda puerta a la izquierda…
   El contertulio, le había indicado, acertadamente, dónde estaba el aseo de caballeros.


Vicente Galdeano Lobera.

3 comentarios:

  1. Leerte es como si un amigo te cuenta un acontecimiento del día a día, sentados en el banco de un parque o tomando un café en la terraza de un bar. Quiero expresar así, (al menos lo pretendo), que la naturalidad y la fluidez en la expresión con que construyes el texto es magnífica para mí. Del contenido me gusta el planteamiento, el desarrollo y el desenlace, éste último como en muchas ocasiones es ácido e inmisericorde con el protagonista. Vicente, no pierdas nunca esa espontaneidad tan difícil de alcanzar.

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    1. Hola, José. Sí, en este desenlace yo tiro a dar; claramente. Pero, de todas maneras, el protagonista se lo ganó a pulso. Un abrazo.

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  2. Bravo por el oyente; a pesar de tentarse la ropa, acertó con el itinerario sugerido.

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