Don Aurelio Cuartero, con sus
treinta y tantos a la espalda y sin vender ni una escoba, presume de no tener
ni un pelo de tonto; Presumir sale gratis. Pero hay quien lo cataloga como un
donnadie con tontez recubierta de imbecilidades. Convendría indagar qué
apreciación es más certera. Trabaja de carretillero sólo dos días a la semana;
el resto de tiempo lo emplea en fantasear, pues piensa dar la campanada. Don
Aurelio es alto y flaco, pero con cintura ancha muy en desacuerdo con su
delgadez; sin embargo pretende ser moderno, muy moderno. Para ese menester paga
a una asesora para que le aconseje cómo vestir, cómo presentarse, cómo impactar
y cómo triunfar.
Con intención
de dar esa campanada que dijimos, don Aurelio dispuso asaltar el cielo de la
fama haciéndose influenciador en internet, profesión muy de moda ahora.
Contrató una empresa audiovisual que lo sableó a modo. Grabaron un par de
vídeos con calidad de primer orden, donde don Aurelio se presentó como
entrenador personal, nutricionista, orientador en moda y coches. También se
anunciaba como experto en mujeres, con un método de conquista infalible; según
él, claro. En pantalla aparecía Cuartero –aconsejado por la asesora– mal
peinado y teñido con reflejos verdes, camiseta estampada, vaqueros rotos y
deportivos verde pistacho. Con esas trazas, está visto que lo de la campanada
tendrá que esperar. En la red, sus vídeos apenas tuvieron visitas, pero soportó
comentarios llenos de pitorreo. Dineros tirados; es
que el personal no sabe valorar mis consejos. Cultura, es lo que necesita el
país –se justificaba don Aurelio.
Desechado lo
de las redes sociales, Cuartero logró reunir una pandilla de allegados –discípulos,
decía él–, que se reunían dos horas a la semana en una tasca, y por el módico
precio de unas raciones de papas, madejas y torreznos, todo regado de buen
morapio les enseñaba el arte de conquistar féminas.
Don Aurelio,
como experto les vendió la moto a sus discípulos que toda enseñanza requiere su
método, en el cortejo también. Por tanto, catalogamos a las hembras del uno al
diez. Comenzamos con el 1, mujeres con pinta de trolls; 2, te da repugnancia el
besarlas; 3 o 4, sólo si estás desesperado, pero son feas a carta cabal; 5, la
cosa empieza a despuntar, pero sin aspavientos; 6 o 7, a partir de ahí una
mujer ya merece la pena; 8 o 9, son tías super guapas que se tienen que sacudir
a los moscones a manotazos, tienes que destacar mucho para que te hagan caso;
10, son como dioses caminando por la tierra: hay que sopesar si conviene gastar
tiempo y dineros con ellas. Cuartero era hábil con las palabras y mucho más con
las exageraciones, y los alumnos con las teorías del maestro quedaban
embelesados. Pero, claro, al poner en práctica estas enseñanzas no se comían
una rosca. Por eso, preguntaron al maestro una muestra de sus conquistas, para
hacer ellos lo mismo, don Aurelio contestó que él estaba allí para enseñar, no
para hablar de su vida privada. Notaron que las lecciones del maestro eran mucho
ruido y pocas nueces. Al no sacar
tajada se cansaron de hacer el primo y, poco a poco, se abrieron en retirada. Y
don Aurelio, otra vez sin dar la campanada. Ya
inventaré otra treta, ya. Tengo claro que daré la campanada y me forraré; Cuartero
no se desanimaba así como así.
Don Aurelio
Cuartero, sin afición al trabajo, era muy propenso a promocionarse en exceso y
con mucho ruido. Pero es sabido que las latas vacías son las más ruidosas.
Vicente Galdeano Lobera