viernes, 9 de agosto de 2024

Caer de pie como gatos

 Doña Amelia, viejecita de noventa y tantos años, vivía en un tercer piso sin ascensor. Le explicaba a su hijo que desde que conoció a los nuevos inquilinos de al lado –Un matrimonio con su hija–, le había salido el sol. Ponderaba en exceso su amistad y su altruismo. Al ver su dificultad de movimiento se ofrecieron a hacerle la compra y subirla al piso; muy bien. Al poco se ofrecieron también para la limpieza de la casa; excelente. Le guisaban y hacían la cama. Amén de ayudarla en su aseo personal; maravilloso. Además, Margarita –así se llamaba la hija–, se quedaba a dormir por las noches. Así le hago compañía, doña Amelia, por si le ocurre algo. Por las mañanas Margarita le sirve el desayuno en la cama; superior.


—Pues yo creo que te están haciendo la rosca, mamá. No te fíes, seguro que buscan algo. Además gastan una pinta de atontados que tiran de espalda –razonó el hijo.


—Hijo mío, eso son apreciaciones tuyas sin fundamento; para mí son unos ángeles que me ha enviado el Señor para endulzarme el final de mis días.


—Bueno, ya veremos; si han caído del cielo han aprendido a caer de pie como los gatos. No te fíes, mamá; te lo repito.


—Mira, hijo, tú vives fuera y apenas me visitas. Con estas personas me siento muy bien acompañada y muy a gusto. Deberías estarles muy agradecido por aliviarte la carga que te significo.


A pesar de su reticencia, al hijo le vino bien la relación de su madre con los vecinos. Al verla acompañada se desprendió de la poca responsabilidad que tenía sobre ella. Y que sea lo que Dios quiera.


Lo que Dios quiso es que no tardó en venir el tío Paco con las rebajas. Doña Amelia llamó a su hijo, alarmada. Había recibido una notificación de un estamento donde se le informaba que debía pagar tres meses atrasados de salario a los tres ángeles venidos del cielo; también las cuotas de la Seguridad Social. Amén de la sanción correspondiente.


En la vista que se celebró al tiempo, los ángeles enviados por el Señor aportaron pruebas, grabadas con el móvil, ayudando en el domicilio de la anciana. Esas pruebas fueron determinantes; doña Amelia tuvo que pagar.


Con según qué amigos, no es necesario tener enemigos. Aunque gasten pinta de atontados, que decía aquel.



Vicente Galdeano Lobera 

2 comentarios: