martes, 28 de junio de 2022

Reclamo eficaz

 

   Lo pensó un rato, la fotografía de Lucrecia le cautivó; repasó los datos. Dijo a la señora que le interesaba Lucrecia. Esa misma noche le dijo a su esposa que seguiría adelante con el desafío; había elegido la otra ficha. “Pero sólo como juego ¿eh? Sabes perfectamente que te quiero; no te cambio por nadie”. Ella quedó confusa, palideció; no esperaba esa reacción de su marido “¿Qué sabor de boca te quedaría a ti si yo elijo al calvo?”

   —Puedes hacer lo que te plazca, a mi entender no es nocivo echar un poco de pimienta a nuestra relación. Nadie se enterará.

   Ella, callada, presintió algo parecido al paso de un nubarrón que no traería nada bueno. —También podemos organizarnos entre los tres —continuó él—. O, si prefieres, entre los cuatro.

   Ahora sí; ella vio desplomarse los veinte años de convivencia.

   En la entrevista, comprobó que Lucrecia era, a sus espléndidos cincuenta años, mucho más guapa que en la foto; de elegancia natural, su atractivo aumentaba con el tiempo. Quedó prendado también de su conversación desenvuelta, Adivinaba que tenía mucho mundo; extrañó que una mujer tan perfecta recurriera a agencias para relacionarse.

    Desde el primer momento ella planteó que al ser los dos adultos convenía dejar claros detalles de futura convivencia. Sí, le gustaban las flores y la música…

   —En cuanto a perros, prefiero las “perras”; no soporto bichos en casa.

   Estupefacto por la objeción, pensó que el caniche lo regalaría.

   —Prenda, estoy para complacerte en todo…

   —Así me gusta –dijo sonriendo. De todas maneras pondremos un tiempo prudencial antes de comprometernos ¿Te parecen tres semanas?

   —Lo que tú digas, reina; he decidido que te querré siempre.

   —Yo también a ti, amor. Pero tendremos que pagar los honorarios de la agencia esta semana.

   Esos detalles realistas en boca de ella le encantaban. Desdeñó sin disimulo a su mujer, dejó también las reuniones de amigos; ni se dio cuenta un día cuando llegó a casa que su esposa no estaba; “habrá ido a visitar a su madre”, pero ya no volvió.

   Inesperadamente, Lucrecia le anunció que no estando segura de su amor, convenía cortar. Veía en él un hombre sensato, pero ella no quería ataduras. “Otra vez será, tesoro”.

   Quedó entristecido, se había ilusionado en exceso y lo habían plantado. Intentó contactar con su mujer, sin éxito.

   Una nota llegada a casa, le abrió los ojos:

   No hace falta ser muy listo para ver que la tal Lucrecia es un reclamo de la agencia para exprimir incautos. Una vez compensada  la merma que le has pegado a nuestra cuenta corriente, vete donde quieras. Te crees un conquistador y no pasas de ser un mamarracho.

   Dos bofetadas no le hubieran hecho tanto daño como el mensaje de su esposa.

 

 

 Vicente Galdeano Lobera


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