sábado, 31 de agosto de 2019

Deportista caducado




Porfirio Bustos, vestido de colorines y bien equipado de ciclista, daba el pego; si no fuera porque era ya cuarentón y lucía enorme barriga, lo hubieran tomado por ciclista profesional. Había dado cuenta de un almuerzo que no lo saltaba un gitano y se sentía eufórico para librar los cuarenta kilómetros de regreso hasta casa.
Circulaba con su bici por una zona ribereña con abundantes campos de frutales y hortalizas. Vio incorporarse a la vía a un labriego encaramado a una bicicleta muy antigua que pesaría más de veinte kilos; eso sin contar que transportaba una barquilla con variados productos del campo y sujetas una hoz y una azada de gran tamaño. Al pedalear sonaba un clan clan producido por el roce de una biela con el cubrecadenas de la bici. La indumentaria del campesino, se las traía: iba tocado con sombrero de paja y boina encima, camisa y pantalón remangados; llevaba chaleco, calzaba abarcas y fumaba un perrero que apestaba. Solo verlo le producía fatiga a Porfirio.”Dónde va este individuo -pensó-, seguro que no aguanta un kilómetro sin descansar”. Lo adelantó agitando la mano con cierto ademán de burla.
--A los buenos días, señor, saludó el lugareño, acompáñeme hasta el pueblo y le regalaré buen talego de tomates y lechugas para que lo saboree en la ciudad…
Extrañado Porfirio ante tamaña proposición, contestó: “no, que tengo prisa; voy entrenando y usted va muy despacio.” Mientras, accionó el cambio de su máquina para marchar más rápido.
El roce de la biela se oía cerca a pesar de que Porfirio iba deprisa; aceleró más, y el ruido se convirtió en un clan clan clan clan clan… de secuencia seguida. Miró hacia atrás y, pegado a rueda, tenía al gañán con semblante risueño que sin esfuerzo se le puso a la par.
--Espere, hombre de Dios, y sosiéguese, está usted sudando como un toro y le va a dar algo; véngase conmigo a casa que le obsequiaré con agua fresca con anís. Mientras descansa y se recupera, le prepararé unas alforjas con cosas del campo que son mano de santo para refuerzo corporal y espiritual. Luego ya entrenará.
A Porfirio, le costó reconocer la buena fe y hospitalidad del labriego que tan sutilmente le había mojado la oreja. Al límite de sus fuerzas aceptó la invitación. Acertó, recibió unas atenciones que en su casa jamás disfrutó. Después de comer, la tarde le cundió bastante; agarró una borrachera de padre y muy señor mío en el recorrido por las bodegas del pueblo acompañado de su nuevo amigo; de la última de estas bodegas salió a gatas.
En un coche lo acercaron a su domicilio en la ciudad. Vio claro que tanto el deporte como el alternar bebiendo requieren instrucción y, sobre todo, tienen fecha de caducidad.

Vicente Galdeano Lobera.



1 comentario:

  1. Porfirio Bustos, aparte de demostrar ser un cantamañanas, anda necesitado de entrenamiento para no hacer el necio. El lugareño le demostró un saber ester y humanidad.Buena historia.

    ResponderEliminar