viernes, 26 de julio de 2024

Espantador espantado




Don Isidro Barbero, en cuanto tenía ocasión sacaba a relucir su valía, sus grandes aciertos, lo bien que manejaba a las mujeres, y un sinfín de destrezas propias de personas sabias. Los desatinos estaban descartados; no los cometía jamás.


Bueno, esto era su autovaloración. Visto desde fuera la valoración cambiaba; sus conocidos lo consideraban un cuarentón algo gordo, algo tonto y sin ningún atractivo; sin gracia ninguna, zafio y mala persona. Amén de redicho y repelente.


El caso es que este alicate estaba faroleando más de la cuenta ante unos camaradas con motivo de que habían contactado con él nada menos que el Departamento de Medio Ambiente para colaborar en cierta dependencia. Cuando me han llamado de un estamento tan importante, será por mi valía ¡Vamos, digo yo! Seguro que me asignan un despacho, con secretaria y todo, para dirigir algún cotarro de importancia. Ya les tendré informados a ustedes.

Don Isidro, más contento que chupillas, no tuvo a bien preguntar en qué consistiría su trabajo; iba a ser funcionario y basta. Lo más probable es que se ocupara de tocarse la barriga toda jornada. Aún les estuvo dando la tabarra a los colegas un buen rato. Que si, lo que tienen que hacer ustedes es espabilar; que si, yo les aconsejo que hagan como yo: estudiar mucho para trabajar poco.


Cuando don Isidro acudió a tomar posesión de su plaza y a formalizar el contrato preguntó sin rodeos, a ver qué despacho le asignaban. El jefe de negociado que era un somarda conocedor del historial de don Isidro, contestó que para lo del despacho tendríamos que esperar; pero todo se andará, señor Barbero, todo se andará. A su debido tiempo. Dado su talante –continuó el jefe–, su cometido será el echar mosquitos, que aquí en el delta a la hora del crepúsculo parecen murciélagos; luego, si da resultado, ampliaremos su jornada y ejercerá como espantamoscas, espantagrillos, espantaperros, espantapájaros…, y tal y tal. También, considerando su aptitud repelente, lo emplearemos para ahuyentar avispas, tábanos, abejorros, moscones, culebras que también las hay, y todo bicho dañino para el bienestar del paisanaje, Eso sí, por esto de las avispas y tal, percibirá usted un importante complemento económico de peligrosidad. Además, sobra decir que dispondrá, en la zona de su trabajo, de vivienda gratis para usted y su familia. Aquí tiene usted las condiciones –el jefe le pasó unos folios–, el sueldo y demás por escrito; si está conforme las firma ahora. O, si lo prefiere se lleva el contrato a casa, lo repasa y me trae la contestación en diez días.


— Papá, no cojas ese trabajo; vas a ejercer de espantapájaros y divertirás a todos —su hija mayor le abrió los ojos a don Isidro. Menos mal.


A los dos días acudió don Isidro hecho un basilisco a presentar su renuncia ante el jefe. No pudo ser; dos seguratas grandes como armarios le pararon los pies, lo sacaron en volandas y no lo majaron a hostias de milagro. El señor Barbero salió espantado.


Vicente Galdeano Lobera.