Soy una guitarra; eléctrica, aclaro. Sirvo para que un buen intérprete me arranque sonidos bellísimos.
A diferencia de mi
hermana la guitarra clásica, puedo competir e incluso resaltar en volumen con
cualquier instrumento, sea de viento o percusión. La forma la tengo casi igual
que la clásica, pero con un corte o dos en el cuerpo donde se une al mástil. Es
para acceder el guitarrista a las notas más altas del diapasón.
Asimismo, me han
dado forma de rectángulo, de flecha, de ancla… Pero esos diseños no han tenido
éxito. La belleza la sigo manteniendo en las formas convencionales, con variación de construcción de cuerpo macizo o
hueco incrustando perforaciones en forma de efe para variar el sonido.
Para elaborarme
emplean madera de aliso, caoba, fresno o pino para el cuerpo; el mástil está
hecho de una o varias piezas de madera, arce o caoba, a veces cubierto el
diapasón de una capa de madera dura, palorrosa, ébano; y tiene también una
barra de acero en su interior llamada alma, con el fin de resistir la tensión
de las cuerdas y mantener la linealidad del mismo. Aparte de cuerpo y mástil ya
nombrados, tengo más componentes: clavijero, ceja, trastes, diapasón,
pastillas, controles de volumen y tono, selector, puente, golpeador, palanca vibrato,
y distintos logotipos que me dan personalidad y me hacen codiciada.
Suelo estar, aparte
de tiendas de música, en casas de artistas y aficionados. Mi precio varía; para
tocar en directo suelo estar en la gama de mil quinientos euros. A partir de ahí
puedo subir hasta los quince mil y más. Por otra parte, desde cien euros
también me construyen, pero mi sonido es muy pobre. Me usan en locales de
ensayo con vistas al directo con el grupo. Compruebo que disfrutan y se
emocionan tocándome en el escenario.
Me manejan gente
muy dispar; desde aficionados que me muestran exquisita reverencia, a intérpretes
consolidados como Dylan que me dejó olvidada en un avión; no se lo perdonaré
nunca. He visto a un señor que de joven no me tuvo, venir con sus hijos a la tienda y comprar una Fender
americana a cada uno; y gozar viéndoles tocar
en directo.
Me inventaron a
mediados del siglo XX. Quien me ideó fue un electricista, Leo Fender,
constructor de radios con piezas de repuesto. Este hombre patentó las maravillosas
Fender. Canciones como Apache, Jinetes en el cielo, El bueno, el feo y el malo
no se conciben sin mi brillante y limpio sonido. Lo mismo que las canciones de
los Beattles no serían lo mismo sin las guitarras Gretsch y las Rickenbacker.
En general, toda música a partir de los años cincuenta a la actualidad me ha
hecho perdurar con el mismo formato. Hay quien afirma que, excepto las mujeres,
soy lo más bonito que existe.
Y no es vanidad.
Vicente Galdeano
Lobera.
Genial, Vicente. Estaba deseando ver un escrito tuyo con temas diferentes a los que acostumbras y creo que has dado en la diana. Perfecta descripción y caramelo para cualquier aficionado al que le guste este gran instrumento. Me ha encantado.-
ResponderEliminarAgradezco tu valoración, sr/a Anónimo. La verdad es que el escrito lo he colgado sin tantear el terreno, temiendo, al no llevar mi línea, el no estar a la altura. Quizá me ha salvado algo mi afición a la música. Por tus comentarios veo que eres persona con gran capacidad de análisis; y este humilde escribidor agradece que le prestes tu atención. Asímismo me gustaría saber quien eres. Saludos.
Eliminarte dejo mi correo: galdeanolobera@gmail.com
No sé porqué sale como anónimo. Soy Espinosa y siempre hago los comentarios con mi nombre aunque luego veo que no aparece. Misteríos de la técnica que no alcanzo a comprender.-
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