—Puedes hacer lo
que te plazca, a mi entender no es nocivo echar un poco de pimienta a nuestra
relación. Nadie se enterará.
Ella, callada,
presintió algo parecido al paso de un nubarrón que no traería nada bueno.
—También podemos organizarnos entre los tres —continuó él—. O, si prefieres,
entre los cuatro.
Ahora sí; ella vio
desplomarse los veinte años de convivencia.
En la entrevista,
comprobó que Lucrecia era, a sus espléndidos cincuenta años, mucho más guapa
que en la foto; de elegancia natural, su atractivo aumentaba con el tiempo. Quedó
prendado también de su conversación desenvuelta, Adivinaba que tenía mucho
mundo; extrañó que una mujer tan perfecta recurriera a agencias para
relacionarse.
Desde el primer
momento ella planteó que al ser los dos adultos convenía dejar claros detalles
de futura convivencia. Sí, le gustaban las flores y la música…
—En cuanto a
perros, prefiero las “perras”; no soporto bichos en casa.
Estupefacto por la
objeción, pensó que el caniche lo regalaría.
—Prenda, estoy para
complacerte en todo…
—Así me gusta –dijo
sonriendo. De todas maneras pondremos un tiempo prudencial antes de
comprometernos ¿Te parecen tres semanas?
—Lo que tú digas,
reina; he decidido que te querré siempre.
—Yo también a ti,
amor. Pero tendremos que pagar los honorarios de la agencia esta semana.
Esos detalles
realistas en boca de ella le encantaban. Desdeñó sin disimulo a su mujer, dejó
también las reuniones de amigos; ni se dio cuenta un día cuando llegó a casa
que su esposa no estaba; “habrá ido a visitar a su madre”, pero ya no volvió.
Inesperadamente, Lucrecia
le anunció que no estando segura de su amor, convenía cortar. Veía en él un
hombre sensato, pero ella no quería ataduras. “Otra vez será, tesoro”.
Quedó entristecido,
se había ilusionado en exceso y lo habían plantado. Intentó contactar con su
mujer, sin éxito.
Una nota llegada a
casa, le abrió los ojos:
No hace falta ser muy listo para ver que la
tal Lucrecia es un reclamo de la agencia para exprimir incautos. Una vez
compensada la merma que le has pegado a
nuestra cuenta corriente, vete donde quieras. Te crees un conquistador y no
pasas de ser un mamarracho.
Dos bofetadas no le
hubieran hecho tanto daño como el mensaje de su esposa.
Vicente Galdeano Lobera
Como la vida misma de más de un "latin lover"
ResponderEliminarEso mismo. Resulta que, este buen hombre, fue a por lana y salió trasquilado.
EliminarGracias, Manuel.
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