Chonita tardó un poco más en acicalarse;
quería causar buena impresión. No sabía qué indumentaria ponerse. Decidió
ponerse un traje sastre con camisa blanca y corbata, como un hombre; lo que
aumentaba aún más su feminidad. Se recogió el pelo con gracia y se puso unos
zapatos de medio tacón. Quedó contenta con la imagen que le devolvió el espejo.
Chonita, a sus espléndidos veinticuatro años, lucía una envidiable mata de pelo negro que enmarcaba un rostro moreno de pómulos altos con unos ojazos de ensueño y una boca, que al sonreír, enseñaba unos dientes blanquísimos algo irregulares, lo que le añadía más encanto. Era de estatura normal y muy bien proporcionada. A su paso, dejaba un halo de admiración y deseo en los hombres y de envidia en las mujeres.
Ese día venía en
persona el pintor de prestigio que había expuesto en la galería que Chonita se
empleaba como guía.
Ella, se documentó
bien y comprobó que la vida del pintor en ocasiones turbulenta, provocadora del
peligro y consagrada siempre al arte, fue deslumbrante. Era, además muy amigo
de sus amigos, tanto de clase alta como baja, entre ellos algún escritor de
ideas opuestas. El artista había ejercido de poeta, redactor, marchante,
novillero con pretensiones de maestro, dibujante, estudiante universitario. En
la guerra del 36 se alistó voluntario sin pestañear en el bando legítimo.
Marchó al extranjero, fue legionario, se evadió de cárceles por dos veces;
alternó con la flor y nata del arte con la misma naturalidad que cursó buena
temporada en la escuela de gitanos, conviviendo y entablando lazos de amistad
que perdurarían siempre. Valga una anécdota entre un torero famoso amigo y el
pintor; cambió un cuadro suyo por un flamante Cadillac del torero, que después
entregó a unos gitanos que lo emplearon de vivienda. Era también mujeriego
empedernido; llegó a casarse sin haberse separado de su esposa anterior. Todo
un aventurero, perfecto para mujeres soñadoras como Chonita.
A media mañana, como estaba previsto, apareció por la sala el artista acompañado de autoridades y algún colaborador amigo.
Al artista no le
fue indiferente la distinguida y elegante guía que explicaba sus cuadros con
buen timbre de voz y comentarios acertados a un grupo de visitantes. La veía,
además de guapísima, muy versada en la materia. Estaba claro que más de uno del
grupo, eran más aficionados a ella que a la pintura. Lo mismo le ocurrió al
artista; sólo tenía ojos para ella. —Maestro… ¿Le gusta Chonita? Es guapa ¿Eh?
–Le espetó un colaborador al darse cuenta de su admiración. — ¿Qué, qué? ¿Cómo
dices? — ¡¿Qué si le gusta Chonita?! — ¿Chonita es su gracia…? Pues mira, sí. ¡Me
gusta más que el pan recién tostado! –Contestó el maestro espontáneamente.
—Creo, maestro, que Chonita le tiene a usted bastante devoción –dijo el
colaborador. Luego se la presentaré.
Efectivamente, los
presentaron. Chonita vio en el artista, treinta años mayor que ella, a un
hombre maduro, quizá algo voluminoso, atezado, con melena blanca, correctamente
vestido con capa y sombrero. Imponía y tenía distinción. Claro, la brillante
posición del pintor realzaba estos conceptos.
—Señor Viola, le
presento a Asunción Arroyo, guía y orientadora de esta galería…
—Encantado,
señorita; es un placer conocerla.
—Asunción, este
señor es el pintor Manuel Viola.
—Tenía deseos de
verlo en persona; el placer es mío, mucho gusto en conocerle.
Siguió la conversación fluida entre los dos; Viola estaba muy a gusto con aquella joven que respondía siempre mirándole de frente. Procuraron apartarse del grupo, el artista quería estar a solas con Chonita.
—Señorita, desearía hablar en privado con usted. –Le dijo al quedar solos. Tengo que proponerle un asunto que a mí me interesa mucho; me muero por saber su respuesta.
Ella con intuición
femenina, adivinaba de qué trataba el “asunto”; lo veía venir…
—Si no tiene usted
compromiso…, continuó el pintor, ¿podría recogerla cuando termine su trabajo?
La invito a cenar.
El resto es fácil
de imaginar. El pintor y la guía permanecieron juntos diecisiete años, hasta la
muerte de él en El Escorial. Se entendieron bastante bien, tuvieron un hijo y
Chonita le asistió y dio cariño al artista hasta el último día de su
existencia.
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