jueves, 3 de abril de 2025

Lastre

        Hay quien predica la monserga filosófica de que el pasado, pasado está, que hay que mirar siempre al futuro; el ayer no cuenta, si acaso el hoy, pero sobre todo el mañana. Todo esto mola mucho de cara a la galería, incluso puedes quedar como un fulano muy instruido, pero lo cierto es que si hay algo que no pasa es el pasado, somos memoria de nosotros mismos y de vivencias pasadas, somos la memoria que tenemos. Y se podría añadir que según qué pasado se convierte en un lastre difícil de soltar que te pesa toda la vida. También se dice que no eres víctima de nadie, sino cómplice de lo que tú permites. Pero esto mismo díselo a un niño a quien maltratan tanto física como emocionalmente; y más si ese maltrato procede de su propia familia, en concreto de sus hermanos mayores, y más si es con la complacencia de los padres. Lo malo es que ese niño va creciendo y, al no tener instrucción, cree que el mundo es así y se aclimata a ese trato. 

        Recibí una confidencia –hay confidencias logran ponerte malo– de un conocido en la que planteaba esta del maltrato que él sufrió. Que conste que no busco conmiseración, sólo desahogo, le considero de toda confianza, me dijo. La cosa, según me explicó, pintaba fea; se trataba de una familia con negocio propio donde reinaba el mal genio, los gritos, gruñidos…, algo parecido a una guarida de lobos, donde el horizonte era desolador; sólo se vislumbraba trabajo, trabajo, trabajo y después más trabajo. Envidiaba a sus amigos; ellos tenían en la familia refugio y cariño, él reniegos y desaires. Soportó una mezcolanza de odio, desprecio e ira mal contenida; todo esto muy difícil de sobrellevar en un niño de apenas doce años. Continuó con la semblanza de uno de sus verdugos –paradójicamente era melifluo y servil con cualquiera, y más si era algo superior–, uno de sus hermanos; se trataba de un mierda acusica de lo que no se ha hecho y delator de acciones inventadas, pero era el preferido de los padres que lo consideraban el más listo, pero la realidad es que este listo no pasaba de ser, además de chivato, un mediocre. Cuando el negocio familiar quebró, los padres se encargaron de enchufarlo en un estamento oficial. Pagando, claro. Lo malo es que hubo que pagar dos veces; el inteligente, al copiar el cuestionario de oposición que le facilitaron falló. Y eso que era listísimo. A este sujeto, los padres lo ponían como referente y ejemplo del buen hacer, y trocaban todas sus torpezas como grandes aciertos ante todos tíos y familia allegada, con clara vocación de hacerme de menos a mí. Queda patente el analfabetismo de los padres; no eran conscientes del daño que me causaban. Mi allegado recuerda las humillaciones, los insultos soportados continuamente, sin consideración ninguna, todo con objeto de anularlo y degradarlo, sobre todo ante testigos; se dio el caso de gritarle ante amigos, conocidos, incluso ante chicas… Ante este trance se quedaba paralizado, sin habla, sin encontrar palabras para defenderse, se sentía abochornado y ridículo del espectáculo que da y esa es su condena. Así destruyeron su reputación; para toda la vida. Recuerda una trifulca donde una vez más resultó humillado, con el agravante que lo observaban, además de los padres, su esposa y su hijito de seis años. Ahí tuvo a mano solucionar la cosa de una vez, por todas; tuvo a mano un macetero al lado que merecía rompérselo en la cabeza. En la cabeza del hermano mierda, claro. Seguro que lo hubiera matado, pero cuenta la consanguinidad y no lo vio correcto. Soporta ese lastre desde entonces que ve difícil soltarlo. La providencia, el Cielo o lo que sea castigó al mierda este dotándolo de una enfermedad dolorosa y está criando malvas hace años. Está junto a la tumba de mis padres y cuando me acerco tengo la sensación de encontrarme con una víbora.

El allegado siguió desahogando su drama en términos parecidos. Estuve tentado de contestarle que intentara borrar su pasado, pero era como una filosofía de aconsejador de andar por casa, sin implicarme. Fui directo al grano:

—Mire, pues me ha hecho usted la foto más perfecta de un correveidile, rastrero y abusador. La solución era fácil, pero convenía aplicarla; a ese le tenía que haber dado usted ferrete y aplastarlo como a una cucaracha, es decir; matarlo. Sin más. Añadiré que a toro pasado desahogarse no soluciona nada. Con su tolerancia les mostró a sus verdugos cómo tratarlo; Usted fue culpable.

En cuestiones íntimas, cada uno sabe dónde aprieta el zapato.



Vicente Galdeano Lobera.

2 comentarios:

  1. En esta ocasión, creo que has profundizado más en la intimidad de los seres humanos. Me has recordado el "Mito de la caverna", de Platón, donde se confunde la realidad con el mito para llevarnos al convencimiento de que, una percepción "de toda la vida" puede confundirse con la realidad en base a una visión parcial de aquello que nos rodea, obviando las circunstancias que confluyen en el aprendizaje diario del ser humano. ¡¡ Enhorabuena, Vicente ¡¡

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    1. Gracias, Jose Mari. Me alegro que te haya gustado. No, pues esa obra de Platón que dices no la he leído, no.

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