jueves, 15 de junio de 2017

Carrerón



   La niñez es una vitrina donde se van colocando cosas que, cuando convenga, se pueden volver a mirar; y se puede también, interpretando su contenido, leer como en un libro abierto no sólo la infancia, sino lo que promete ser la persona de mayor.
   Sobre los nueve años, se ve claramente en las formas de un infante, trazas inconfundibles de cómo será su figura de adulto. En cuanto al rostro, siempre se dice que es el espejo del alma.
   Con Seveldino Casamián, esta regla se cumplió a rajatabla, de pequeño era esmirriado, para convertirse en un adolescente desgarbado y terminar en un adulto pequeño y casi calvo.
   Seveldino era niño de ojos vivarachos con mirar esquinado; de carácter inquieto y  muy travieso, daba abasto para incordiar a todo dios. Era especialista en cazar insectos y bichos diversos para mantenerlos vivos en cautividad. Vayan un par de muestras de su actividad: En cierta ocasión en clase de catequesis, soltó una docena de grillos gordos que portaba en una cajita de cartón; y aprovechando el alboroto, liberó también una rana, grande como la palma de la mano, que comenzó a dar saltos posándose encima de doña Obdulia, la catequista. Se desmayó y tuvo que venir el médico para reanimarla.
   Otra vez que don Isidoro, el maestro, le arreó unas buenas tortas por perturbar en clase, Seveldino se la guardó y, como venganza, introdujo por la ventana del cuarto del docente un avispero como una boina y una culebra de agua. Don Isidoro, sin titubear, salió de estampida seguido por unas cuantas avispas; vestido, se tiró de cabeza al abrevadero; aun así no pudo evitar picotazos que lo mantuvieron con hinchazón unos días. Intervino la Guardia Civil, pero Seveldino corría como un gamo y no le alcanzaron; ni lo encontraron.
   A los días, cuando regresó al pueblo, se habían calmado los ánimos y quedó sin castigo. “Chiquilladas, ya se enmendará al crecer”.
   Derivó en un adolescente retraído para convertirse en un adulto con más astucia que un zorro, dotado de abundante gramática parda que cuando la ocasión lo requería, sabia ser mudo como un poste.
   Estas cualidades no pasaron desapercibidas a personas influyentes de la localidad; le confiaban quehaceres que requerían tacto y discreción. Pagándole muy bien, claro.
   Seveldino, sin asistir a la Universidad, hizo carrera.


Vicente Galdeano Lobera.

3 comentarios:

  1. Aparte del argumento que es muy bien tratado y desarrollado, me ha gustado el uso de palabras que no por menos usadas, son mas rotundas en su sentido dentro de la narración. El cierre de los detalles y el uso de patronímicos que nos obliga a consultar la enciclopedia. Bravo Vicente.

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  2. Me gusta; pero igual que se ve cómo reaccionaron las avispas, me gustaría saber qué fue de la culebra de agua. O qué hizo.

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    1. Planas en desorden3 de enero de 2020, 8:11

      La culebra, después del tozolón contra el suelo, al ver la puerta abierta por donde salieron don Isidoro y las avispas, salió a toda marcha y se escondió en un descampado con matojos. Gracias por leerme.

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