En el pasar de la Historia , a distintos
tramos de tiempo, entre uno y varios años, se les pone nombres sonoros según
quien barandea el asunto. Ahí tenemos en el siglo XIX buena muestra de ello;
que si Sexenio Absolutista, Democrático; Trienio Liberal, Década ominosa,
Moderada; Bienio Progresista, Moderado; Unión Liberal, Regencias varias… y
habría para rato. Estos periodos suelen afectar más bien a las consabidas
camarillas de parásitos que aprovechan la coyuntura política para medrar al sol
que más calienta sin importarles un bledo la honra que tanto nombran y, mucho
menos, el pueblo llano, que es quien se lleva los palos y las miserias.
Iba Elisenda
Estébanez de regreso a su aldea, que distaba una media hora de la casa
solariega donde se empleaba en domar a dos niñas, más bien dos bestezuelas,
como institutriz. El paraje estaba todo nevado, pero habían retirado la nieve
del camino y daba sensación de caminar por el cauce de una ancha acequia en
seco. Al estar todo helado, por lo menos no había barro; la zona ganaba en
hermosura, y al ser el día claro, su blancura casi dañaba los ojos.
Enero 1875;
echando la vista siete años atrás, recordó que desde el comienzo de su trabajo
–cuando La Gloriosa
en 1868, que Isabel II tuvo que marchar de España-, apenas había cambiado nada,
al menos en la comarca; siempre el mismo camino, la misma rutina… Bueno, sí;
algo se notaba, las niñas ya tenían diez y doce años, y ella rebasaba ya los
treinta. Marchaba acompañada de estos pensamientos cuando la alcanzó un pequeño
carruaje; era don Samuel Quintanar, mediano hacendado de la comarca que frisaba
ya los cincuenta. Le gustaba de veras Elisenda, pero de natural muy retraído,
jamás le “habló”. Sólo se lo daba a entender con excesivos detalles amables y
miradas; pero no pasaba de ahí. Si le hubiera ido de cara, Elisenda seguro que
no lo hubiera rechazado.
—Buenas tardes,
Elisenda; suba conmigo, la acercaré hasta su casa y, de paso se lleva una cesta
con nueces y almendras de las que traigo de mi almacén.
Sorpresa se llevo
ella. Atenta a sus meditaciones no lo había sentido llegar.
—Don Samuel, usted
siempre tan amable. No tiene porqué molestarse…
—Es más bien un
placer; suba, suba. –Elisenda se recogió el vestido y, ayudada por Samuel,
subió al pescante- La veía muy pensativa, ¿algún problema?
— ¡Ah, no! ¡Lo
normal! Iba rumiando que a nosotros los cambios de gobierno no nos afectan, nos
siguen dando palos igual.
—Pues yo tengo la
esperanza que con el nuevo rey don Alfonso XII, algo mejorará la vida de los
españoles. Ha estudiado en Francia, Suiza e Inglaterra, espero que lleve la
nación por buenos derroteros, que buena falta hace.
—Como no meta en
cintura a las excesivas camarillas, arreglados estamos. Además, soy
desconfiada, le apodan el Puigmoltejo; en otros tiempos no lo habrían
proclamado heredero. Mire usted el episodio de Juana la Beltraneja ; y, más
cerca, el de don Carlos II el Tonto. Y también –Continuó Elisenda- seguro que es
mujeriego, como todos los de su estirpe… Y pagándole las rameras el pueblo;
como siempre.
— ¡Uy, uy, uy, uy!
¡Qué cosas dice, Elisenda…! Y qué instruida está usted –se escandalizó Samuel,
que siempre estaba a favor del poder establecido- No denigre de la realeza,
según quien la escuche le puede traer complicaciones. Recuerde a Castelar, por
criticar “El Rasgo” de Isabel II le quitaron la cátedra.
Mientras sea
verdad, pensaré y diré lo que me plazca, con arreglo a mis convicciones, se
dijo Elisenda.
Ya en su casa,
Elisenda dio rienda suelta a maldecir la plaga de políticos insaciables que
sufría España. Le producían verdadero asco, teniendo la sensación de estar
gobernada por una banda de ladrones, dando por sentado que en la ignorancia se
viviría con las mismas penurias. Pero más feliz.
Vicente Galdeano Lobera.
Hola Vicente, como narras , la historia se repite , y "mas" de lo mismo ,un cordial saludo.
ResponderEliminarHola Vicente, como narras , la historia se repite , y "mas" de lo mismo ,un cordial saludo.
ResponderEliminarJose-Antonio: Muchas gracias por leerme. Un abrazo.
EliminarMerece la pena. Me alegras la tarde. Con mucha información y utilizándola con sutileza, llegas a retratar con eficacia la España que no cambia. Parece fácil unir la parte de análisis político y el superficial acercamiento galante, pero no lo es y me encanta cómo lo resuelves.
ResponderEliminarJosé, Gracias por tu atención. Mi sistema es muy sencillo; procuro escribir igual que hablo. Luego sale lo que sale... Un abrazo.
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