miércoles, 18 de junio de 2025

Sentimentalismo

Brisa terminó por fin su manuscrito. Había invertido bastante tiempo, pero el esfuerzo mereció la pena; ilusionada, vio llegada la hora de publicar su libro, de presentarse como escritora. Brisa, a quien conocemos de algún relato anterior, tenía afición desmedida a los libros, afición que hacía notar todo el rato a su cohorte de admiradores; para que no dudaran de su amor a las letras.

Brisa, Era mujer joven, sencilla, de muy buenas hechuras, de belleza casi alarmante y de alta formación; feminista, progresista, izquierdista y algunos istas más. Según convenga, claro. De simpatía natural, estaba dotada de una sonrisa y risa que le iluminaba la cara y fascinaba a todo dios. Por supuesto que la obra en que Brisa había puesto tanta ilusión, esta cohorte de admiradores, que la adulaban en exceso, la animaron a publicarla; adelante, Brisa, cualquier editorial, y más si es de prestigio, editará tu libro y serás famosa. Es una obra tan perfecta que no parece real. 

Brisa comprobó, de primera mano, que las editoriales no suelen hacer mucho caso del aluvión de borradores que reciben diariamente. Y más si son de autores desconocidos. De acuerdo, señora, miraremos su original y le contestaremos. Pero después de peregrinar por una docena de editores con el borrador de su obra, ninguno le contestó. Por fin, por medio de ciertas influencias, un editor se dignó en repasar su obra. El editor sopesó que esas ciertas influencias eran de un político de peso. Decidió atenderle; por si acaso.

—Bien, ¿cuánto tiempo dice que le ha llevado a usted escribir la obra?

—Casi cinco años, que se dice pronto. 

— ¡Hombre! Pues el promedio que arroja no es para tirar cohetes, no…, cinco años para escribir sesenta páginas y en letra grande, digamos que no es ninguna proeza. Precisamente.

El comentario le sonó a Brisa como un escopetazo de sal. Y más, dicho por el editor jefe, un hombrecillo de corta talla, casi calvo, nariz enorme y gesto avinagrado. Brisa, acostumbrada a que todos le bailaran el agua, con el editor topó con hueso. Se conoce que el hombrecillo era objetivo y no se dejó fascinar por la sonrisa y risa de la escritora. Qué le vamos a hacer. Continuó el editor diciéndole a la bella, más o menos que, analizada su obra, observó que era corta, pero poco intensa. Lo que vio fue un cúmulo de perfecciones sólo comprensibles para lectores de coeficiente intelectual muy alto. Es decir, lo que yo he visto en su libro es un compendio de bondades, de buenas intenciones, con muy buenos sentimientos; todo predicado con delicadeza y emotividad exquisita. Quizá lo que le falta a la trama es además de predicar, también dar algo de trigo; es decir, algún golpe bajo, alguna jugarreta, enredo…, yo qué sé. Chispa es lo que necesita su libro, vamos. 

Aún añadió el editor. que para ser autora de renombre tendría que aprender que con los buenos sentimientos se hace la peor literatura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario