“Amed, criatura, mientras te duermes, permitirás a tu abuelo que te instruya algo para cuando crezcas. No, no temas, no te voy a contar batallitas; entre otras cosas porque no las hice. En cambio, te podría ilustrar durante buen rato de la sarta de estupideces, traiciones y fechorías, incluido el sabotaje que cometí con otros a la cinta transportadora de fosfatos Fos Bu Cra y tender emboscadas donde murieron soldados españoles. Podría descargar mi conciencia diciéndote que me utilizaron junto a otros jóvenes para estas tropelías. Pero, no; a partir de cierta edad, la persona, si no alcanza a saber lo bueno, sabe muy bien lo que está mal. Es decir, engañarás a quien se deje, pero es difícil engañarse a sí mismo”.
Sáhara Occidental,
abuelo y nieto estaban protegidos del sol en una jaima confeccionada con pelo
de camello, en un campamento de refugiados saharauis.
Amed se durmió;
aun así el abuelo continuó con su voz calmosa, explicando vivencias al niño,
que de estar despierto, no entendería aún. “Hijo mío, deberás aprender que
nosotros mismos solemos ser nuestros peores enemigos, que algunas personas,
cuando tienen mando, su codicia y crueldad no tienen límite; soy viejo y te lo
puedo asegurar con conocimiento de causa. Debes desconfiar cuando te deleiten
los oídos con palabras como: pueblo soberano, libertad, voluntad popular y
demás; estas camarillas de políticos te azuzarán como a un perro –yo me quedé
sin piernas al explotarme una mina cerca del territorio ocupado por Marruecos-,
mientras ellos, clases improductivas instalados en el bienestar, no dan la cara
nunca. Mande quien mande, nadie te regalará nada; si acaso palos, que tendrás
que espabilarte para evitarlos”.
“Recuerdo en 1975,
los españoles sufrieron vejaciones por parte nuestra; aparte de insultos y
pedradas, sus hijos no podían acudir a la escuela. “Fuera España”, gritábamos;
sin agradecer las ayudas recibidas; no sólo alimentarias sino en educación,
empleos decentes y los viajes a La Meca para saharauis pagados por Madrid.
Ellos, los españoles, se quedaron sin nada. Hasta los cementerios los evacuaron
a Canarias”.
Aprovechando la
agonía del dictador, algo tramaron presuntamente, y nada bueno, Marruecos y la
casta gobernante colonizadora.
Extraña que después
de verter tanto odio sobre la España “opresora”, nuestros descendientes reclamen
hace años soluciones a su situación y exijan además pasaporte español. Sin
duda, algunos de estos refugiados adoctrinados por las castas dirigentes,
piensan sacar tajada y conseguir migajas de las subvenciones.
Vicente Galdeano Lobera
De lo más actual. Actualidad que dura unas cuantas décadas...
ResponderEliminarEste corto lo escribí hace cinco o seis años. Y como ves está exento de corrección política.
EliminarGracias por leerme, Manuel.
ResponderEliminar