Se podría decir que maese Cesarín es maestro en el arte del saber vivir; siempre se las ha arreglado para trabajar poco y cobrar mucho. Y eso es un oficio que no domina cualquiera; sólo los grandes artistas, y no todos.
Maese Cesarín es hombre ocurrente y gracioso donde los haya que no solo ha sabido salir airoso de todos trances de la vida y prosperar para lograr sacar adelante su familia con decoro, sino que ha sabido aumentar su patrimonio con acertadas inversiones dignas de expertos en ingeniería financiera. A maese Cesarín, como dijimos, la naturaleza le dotó de un don de gentes y una labia admirables –lo que pasa es que a veces, por bien que se hable, si se habla demasiado, siempre se dicen más tontadas de la cuenta–. Cesarín, con buen ojo, adquirió un apartamento, casi en primera línea de playa, en la Costa del Azahar, que le sirvió para ampliar su ya extensa nómina de amigos. El maese siempre presumía de que quien tiene un amigo tiene un tesoro “y yo, a la vista está, tengo muchos tesoros”. Puerta con puerta de su apartamento conoció a un tal Javi Bonillo. Del tal Bonillo, Cesarín siempre hablaba como de un amigo de prestigio, gran profesional, de muy buena posición, que se había comprado una mountan bike de las caras, se paseaba por el campo en cuad y que frecuentaba pub musicales con DJ (di yei) prestigiosos –se nota que Cesarín domina hablares y decires de vanguardia.
Cuando en cierta ocasión me presentó a Bonillo, lo que yo vi fue un fulano bastante vulgar, de una simpleza atroz que tenía un discurso en alta voz, mostrando todo el rato los grandes aciertos que él desarrollaba en su trabajo (era repartidor), lo mucho que ganaba y que era muy experto en la caza del zorro; no lo sacabas de esos temas. Cuando comenzaba a perorar, era difícil el meter baza. Era de esos sujetos que se recrean escuchándose a sí mismos.
Bueno, el presumir no es pecado pero la amistad con según quien sitúa a Cesarín en el ámbito de la confusión. Porque este Bonillo, a pesar de su profesionalidad, su prestigio, su riqueza y su experiencia, veremos claro que no pasó la prueba del algodón.
Avisaron al maese que pasaría, sobre las cinco, el técnico a reparar la climatización del piso de la playa; menos mal que estaba allí su amigo que disponía de llaves de su apartamento y así no tendría que desplazarse desde Zaragoza.
— ¡Que no! ¡Ven tú si quieres! No estoy dispuesto a perder mi tiempo de playa por darte gusto a ti –fue la respuesta del amigo.
—Pero, Javi, que no te cuesta nada, le abres la puerta al mecánico y te vas, le dices que cuando termine eche las llaves al buzón y la recoges cuando regreses; me dice que si no viene hoy, tardará tres meses en volver.
— ¡Te digo que no! No estoy dispuesto a perder ¡...ni cinco minutos de mi asueto sólo por complacerte a ti! Te fastidias y vienes a abrirle tú. Desde Zaragoza tienes tres horas, aún te da tiempo.
Ante el empecinamiento del Bonillo, maese Cesarín resolvió ir al médico y pillar la baja. Así sobre el mediodía partió hacia la playa a resolver el problema de mantenimiento.
A este prenda de Javi Bonillo le cuadraría mejor apellidarse Malillo. O como dicen en mi pueblo: botarate.
Vicente Galdeano Lobera
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