Observando a una
persona en su trabajo, se puede deducir pronto si su carácter es ardiente,
pasivo, problemático… Incluso señala muy bien la vagancia.
En Ireneo
Casparrilla, mirando su semblante tirando a despabilado, con ojos vivarachos y
su rostro apuntando siempre una sonrisa franca, en conjunto ofrecía siempre una
imagen de bonachón con inquietud constante de hacer bien su trabajo.
Ireneo, de treinta
años, empezó a trabajar hacía dos en una empresa de servicios; su cometido
abarcaba desde la limpieza, mantenimiento de instalaciones, también conducía el
camión de reparto, atendía a proveedores, y aún le sobraba tiempo. La dirección
lo valoraba bien; Ireneo estaba satisfecho con su ocupación.
Viernes a media
tarde, los jefes se habían marchado, a Ireneo le quedaban tres horas y no sabía
estar parado. Vio en el aparcamiento, sólo el toro para descargar camiones;
pensó que no le vendría mal repintar las delimitaciones, y más teniendo un gran
cubo de pintura que habían dejado los de Obras Públicas en el almacén.
Puso manos a la
obra y con la máquina limpió toda el área y comenzó a pintar sobre las líneas
que casi no se veían. La pintura era buena, se secaba y se endurecía enseguida.
Estaba contemplando su obra terminada, cuando un mozo le
avisó:
— ¡Ireneoo…!
¡Hay un camión en el muelle! ¿Lo descargas o le digo al chofer que para el
lunes?
— Voy
enseguida, en veinte minutos lo descargo… -Seguro que me dará buena propina,
pensó.
Salió disparado con la máquina haciendo virajes sobre las líneas ya
secas del parking a descargar el camión.
El lunes, sobre media mañana le avisaron:
—Ireneo, te llama el jefe…
—Voy rápidamente, -seguro que es
para felicitarme y en la nómina contaré con un
buen incremento económico, imaginó. Tocó con los nudillos en la puerta
del despacho.
—Pase, pase, Casparrilla, y siéntese, buenos días.
—Buenos días, don Justo, usted dirá.
—Bien, Casparrilla; veo que han limpiado y repintado el estacionamiento,
que
buena falta le hacía ¿Ha sido usted el artífice?
Sí, señor, sí; como me sobraba tiempo y había pintura, lo hice en un
rato.
—Pues muchas gracias Casparrilla, es usted un fenómeno. –Don Justo se
quitó las gafas y repantingado en su asiento comenzó a limpiarlas- Sólo una
pregunta: ¿Abraza usted alguna costumbre hebrea o musulmana?
Ireneo no sabía a qué venía eso; se mostró inquieto.
—No, señor, no; no tengo mucha
devoción pero soy católico.
—Lo digo por la señal que ha
dejado por encima de las plazas; para ser la firma del artista, la veo muy
amplia…
Ireneo cambió de color, sabía de sobra que cuando don Justo gastaba
ironía, el chaparrón no tardaba en llegar. Cayó en la cuenta de que al terminar
de pintar al salir con el toro a descargar, volcó el cubo de pintura salpicando
distintos puntos y con las ruedas trazó unas cuantas curvas discontinuas que,
en efecto, parecían caracteres musulmanes.
— ¡Casparrilla!
¡Mañana cuando venga, quiero ver el aparcamiento en estado de revista! -Don
Justo, bajó la mirada a sus papeles dando por terminada la entrevista.
Vicente Galdeano Lobera.
Ya hace unos días que mandé un comentario, pero no lo veo, asi que lo intento de nuevo. La elección de los términos y los nombres es muy buena. El estilo es lineal y claro, lo que facilita la lectura al curioso que se asoma a tu relato. La espontaneidad parece dimanar de la acción desarrollada, pareciendo que el autor es testigo de lo que se desarrolla ante él. Una gozada.
ResponderEliminarGracias, José. Este sucedido atañe a un colaborador cercano y muy amigo. Sólo he cambiado nombres y deformado la situación. Me lo pusieron en bandeja para plasmarlo sin esfuerzo.
EliminarEl relato viene a decir, a mi entender, que no es bueno el exceso de actividad. Que luego pasa lo que pasa.
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